Pésimo alumno de Don Alberto y la Quique...

miércoles, 6 de julio de 2011

SUEÑOS

Esos hilos de luz que penetran entre los barrotes me recuerdan que todavía estoy acá. A veces lo veo tan lejos y a veces tan cerca, será el encierro que me ahoga, aunque sé que esto es transitivo, el destino me depara algo peor, algunos lo llaman acción-reacción, y todo por perder la cabeza...
Pero a pesar de todo, de esos barrotes, la oscuridad, la mugre, no puedo ni quiero olvidar, ayer mi ayer... El campo en donde nací, espacio imperdonable al no recuerdo, en donde éramos tan unidos que juntos éramos uno, que salía de lo más hondo y se elevaba, cada vez más alto y más frondoso, hacia el cielo.
Los ruidos, son los que me torturan; el frío el que me hace recordar que estoy acá, y la oscuridad, que marca en forma inconfundible que todo tiene un precio y más aún cuando uno ha perdido la cabeza...
Nuestra suerte estaba signada para otra cosa, pero algo falló, y llegaron ellos...
Lo demás es sólo depredación y genocidio, fuimos cayendo de a uno hasta que ya nadie quedó en pie. Finalmente, fuimos arrastrados, golpeados, para dejar de ser nosotros y pasar a ser propiedad de...
No estoy solo, en este lugar me acompaña mucha mugre o basura, como gustan  llamarnos ellos. A veces, suelen caer en este agujero algunos de los míos, pero es inútil, juegan irónicamente a no reconocerse en mí. Será que la urbe te arrastra al olvido... Pobres infelices, tan pobres e infelices como yo, no recuerdan que somos del mismo palo, no pueden comprender que aquí no pasó la mano de la magia ni nada que se le pareciese; la suerte ya estaba echada de antemano, si terminamos aquí fue porque en algún momento perdimos la cabeza.
Algunos recorrieron mejores caminos, alcanzando lo que se menciona comúnmente como una vida útil; otros en cambio se formaron en complemento instrumental necesario de las fuerzas de trabajo. Por último, los poco, los nada, la resaca, que fue encerrada junto a otros iguales en una casi metáfora de tintes literales, con símil forma de lata de sardinas. Oscuridad, desolación y la  firme premisa de no pensar nada. Por mucho tiempo, y sin mayores opciones, me hice en penumbras de letargo, pero sin abandonar mis amaneceres de campo.
Un movimiento brusco me despertó del letargo colectivo en que nos encontrábamos todos, y se llevaron al primero...
No sólo que éste nunca más volvió, sino que otros comenzaron a correr la misma suerte. Cada vez que esa luz me enceguecía, señal que con la llegada de la oscuridad, vendría amalgamado mucho más espacio entre los que aún quedábamos.
En esos días escuché muchos relatos fantásticos e hipotéticos sobre el destino que habrían corrido nuestros ex compañeros; lo único real de todo eso, fue que poco a poco comenzó a embargarme el miedo.
Las horas dejaron de ser tan largas, y los ruidos, antes casi imperceptibles, ahora potenciaban mis nervios, y tras mis nervios calcados en miedos, otra vez la luz y otro más que volvía a desaparecer.
No había explicación para nadie, la luz, ser arrastrado y lo desconocido para los que se iban, y los recuerdos, los miedos e hipótesis para los que se quedaban.
Me cansé de ver cómo se llevaban a los que estaban al lado mío, sólo esperaba ser el próximo para terminar con esta agonía. Y al día siguiente, fui el próximo...
De ese momento sólo tengo flashes, la luz, la pared, el calor, los ruidos, el salir expulsado, el golpe, para luego perder el conocimiento, despertarme manchado de barro, y ver más allá de los barrotes, indiferente, la gente pasar, sentirme sin cabeza y saberme basura y nada más.
Ahora sólo queda esperar que la lluvia arrastre lo externo y no lo que habita dentro mío.
Pero vale la aclaración de alguien que no se considera perdido, ya que nadie lo quiere encontrar: si bien no fue mi elección ser parte de este sumidero, lo prefiero a ser culata de fusil de guerra, o mango de cuchara de albañil mal pago, o lo que es peor, escritorio de funcionario corrupto. Porque, a pesar de todo lo pasado, prefiero seguir siendo el mismo pobre fósforo usado, con sueños de árbol.


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