Pésimo alumno de Don Alberto y la Quique...

jueves, 29 de septiembre de 2011

EL SÍ, EL TERROR Y TAMBIÉN EL VIENTO.

Más distante en el tiempo que los suspiros, un barco supo hacerse a las aguas.
Más distante en el tiempo que los suspiros de los dioses, un barco, naufragó.
A la maraña de maderas destazadas contra la piedras de la costa, sólo Tierras Mágicas.
Lastimados mucho más que en sus cuerpos cumplido el lapso de varias caídas del dueto de soles  sobre el horizonte, y con la falta de sustento como única verdad, uno comenzó a mostrarse más extraño de lo acostumbrado para un hombre de no pocas cumbres.
 Primero sus manos, luego sus brazos, hasta terminar cubriendo su cuerpo con vientos, con estruendosos aullidos.
Tras la separación y superado el paso de varias lunas, la bestia y sus cambios aparentes.
El último temió la posibilidad de ver escapar su espíritu más allá de sus labios, al ver en su lugar su propia estatura.
Intentó por todos los medios escapar de esas garras acechantes sin dañarlo; dentro de la cosa habitada. Pero sus intentos se fueron apagando en lo vano; tuvo que beber del mágico elixir de sus ancestros y así, con las nuevas alas, emprendió rasante vuelo hacia el dueto, mientras un rayo de la Verdad de los Viejos Amos se deshacía en el rojo pecho de la bestia.
Cuando el elixir abandonó su ser y las alas partieron con la magia, sólo estupor y un cúmulo de cenizas conjugados con la tristeza por la pérdida.
El viento no se dibujó en cenizas, ya que las lágrimas del sobreviviente las habían afianzado al terreno entre súplicas a los dioses por la vida que aún no debería partir.
En medio del trayecto de los soles, las cenizas desaparecieron, y el que aún sentía, ante sus ojos se vio corporizarse, y a sus espaldas, fruto de la magia que no había decidido partir, apareció, más allá del poniente, en la costa, un barco de los duros hombres del Norte.
Más distante en el tiempo que los suspiros de los dioses, tras perder  tantas olas, llegaron a su tierra sanos y salvos.
Más distante en el tiempo que los supiros de los dioses, se miraron y, abandonando las palabras, sólo en miradas, se prometieron nunca más hacerse a las aguas.
Después sólo la leyenda inconclusa y mil veces recordada, de tiempos imposibles, en la cual sólo un hombre supo viajar más allá de sí junto a su miedo para poder palpar sueños.

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