Pésimo alumno de Don Alberto y la Quique...

lunes, 5 de septiembre de 2011

ESPACIOS

Lo rojo innegable, incapacitado de decir otra verdad que la literalidad teñida en revelación incuestionable.
Abajo, al costado, el todo que lo rodea y más allá las ráfagas de luz como puñales que golpean sobre las paredes a la salud de las cegueras de sus ojos. Lo rojo, la cercanía y empezar a sentir y a tratar de evitar lo inevitable.
El final anunciado proyecta como cataratas a su memoria toda la información acarreada durante generaciones y generaciones.
Al sentir la cercanía en rojo, no pudo dejar de pensar ni por un segundo en toda esa información legada de sus ancestros que inevitablemente caería como árbol en el bosque. Después una vez más la desesperación ante el abrazado de la nada, que se apodera del mí y de todos los espacios, como el fuego al manuscrito.
La memoria que vuela y los recuerdos del ayer se hacen presente. Miles de historias relatos y leyendas se proyectaron en retrospectiva en su cabeza y en esos sintió las distintas eras de su pueblo: la era de los grandes verdes donde el rojo se erguía más allá del piso y se brindaba como tal con sus peligros y bondades, luego precedida por la era de la lluvia blanca donde la muerte se vistió de cotidiano y lo rojo se llevó a muchos de los suyos y por último la era de los espacios acotados donde el rojo ya yace dentro de paredes que emulan al sol.
Al tener lo rojo tan cerca lo inevitable se volvió como predecible. Entonces por un segundo abandonó todo pensamiento para darse al recuerdo de los suyos.
Lo rojo y el brillo conformaron un todo, otorgándole la certeza que para el y sus compañeros seguro no habría un mañana. Luego lo rojo, después el ya no sentir nada más.

Cuando la mujer enderezó la lata volcada no se percató que dentro de ésta habían quedado prisionera junto a los tomates un grupo de hormigas, tampoco lo tuvo en cuenta cuando volcó el contenido dentro de una sartén mientras cocinaba para su familia.
No paraba de observar la sartén y para sus adentros pensaba de cuánta mentira y de cuánta certeza se conforma su hoy.
En un segundo su memoria se evadió a su niñez, y se alojó en la chacra de su abuelo donde todo resultaba extrema amplitud y tan natural que inclusive los tomates resultaban de una certidumbre inaudita.
Era increíble cuanto había cambiado todo, como lo amplio había perecido al reinado de lo acotado.
Si bien esos recuerdos no la entristecían le dejaban un sabor amargo. Sirvió la mesa para poder escapar de la situación pero la tristeza comenzó a rozar su rostro. Miró a sus hijos y de pronto esa tristeza la abandonó y sin dejar de pensar en espacios pasados y presentes se sonrió sabiendo lo mucho, lo tanto, lo invaluable…
Espacios futuros, espacios que vendrán.

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