Pésimo alumno de Don Alberto y la Quique...

martes, 30 de agosto de 2011

DESTELLOS DE UNA MIRADA INCONCLUSA

El después, sólo reunir lo poco, que entre las sombras, es lo mucho para volver a intentar una suerte de victoria una vez.
La escuela fue la suma de notas no tan malas, lo no bueno fueron esas trompadas provocadas contra todo aquello que le permitiera dejarme escapar de un aula en otra, de una institución en institución, hasta que el octavo le dijo basta, y el timón se agotó entre tormentas con olor a cigarros, poxi, pastillas y parches que se dejaron ver por debajo de mares oscuros de solución.
La vida en ojos de los que se viven entre bolsitas y  se juegan en falshes que suelen terminar con una tentativa de robo, como si la violencia tuviera carácter instituido de siempre volver eternamente a realizar todo eso que te pierde en la nada  una vez más.
El proselitismo de comisarías, como tarea nueva realizar, y ese ojo que nunca se debe cerrar, por miedo a todo lo que más por seguro en esos lugares te puedan alcanzar.
Peor fin se acertó, una vez, para dolor de una vista ahora si literalmente lastimada. Dicen que fue en una tarima, y con una punta de un cepillo, lo real es que la vista se le fue un tanto más. Un poco más lejos de los recuerdos de un padre laburando en una fábrica de milanesas de soja y de una vieja que sólo se entretiene entre mates, para volver a trabajar una y otra vez sin parar.
Se roba porque se quiere tener lo mismo o lo mínimo que tienen los demás, se roba por droga, por caminos cortados, o por esa maldita costumbre que nos lega la calle, que es tomar más de la cuenta, y que lo dejó sin las prácticas de básquet, con los amigos por los vientos  y con un amor que espera rejas afuera, con algo dentro de una panza que si se deja ver por los primeros días de febrero, donde dicen que el vio la luz por primera vez, le permitirá un doble festejo.
Le queda poco en una carrera delictiva, que si deconstruye en un paso a paso, es una suerte de yerros que no acumulan más que la suma de un par de años mal paridos, que no llegan a cuatro pero superan ampliamente los tres.
Sabe que hay un afuera, que el tiempo que perdió ya nadie se lo devolverá, pero sin temor a ser escuchado sueña con un mañana, paredes adentro. Paredes afuera, a corazón abierto, baila que baila el negro murguero que esta fiesta se retraso, pero finalmente todavía le queda más de una comparsa por desfilar y más de un baile por terminar. Con los ojos cerrados, con los ojos curados, que miren sonrisas que dentro de una suma de años le dirán papá, como prólogo de un tiempo que según sus labios quedarán como un pasado, de oídos sordos y no mucho más.

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