Pésimo alumno de Don Alberto y la Quique...

lunes, 1 de agosto de 2011

PRIMAVERA INVERNAL

Era de noche o eso es al menos lo que recordaba. Le relataba recuerdos entre distancias de segundos de tranquilidad con la vida en parte de pasado, para bien o para mal.
Él, alquimia compleja de experiencias y canas, miró el patio y mientras volvía a recordarse la falta de revoque de unas de las paredes, comenzó a relatar los hechos de esa corta, pero extensa en el tiempo, noche.
El plano que se empezaba a inclinar como con vergüenza intentaba  detenerles la respiración. Caminaban en un número que duplicaba la soledad individual, pero los pasos y la agitación sonaban a escuadrón con sus estandartes en la explanada pronta a la batalla.
La ropa era de esas de siempre, pero de esas de siempre de aquellos días que suelen sonar parecidos a estos, aunque en sabor y calor completamente distintos.
El frío les recordaba que tenían buenos lugares para guarecerse pero muchos otros tantos sufrían como animales casi en la intemperie.
Cuando su mente se colocó de lleno en ese pensamiento, toda duda casi imposible a esas alturas de la circunstancias, se terminó de disipar, tenían que hacer lo necesario.
Aquella compañía lo ponía todo un tanto más fácil, entre lo poco claramente sencillo de lo que se  que se disponía a ocurrir.
Además de ser un buen compañero sin dudas era una sabandija que la vida le había regalado; y que en la lengua castellana se lo llama por lo general, amigo. Si bien sabandija le resultaba mucho más propicio ya que esta palabra sonaba un tanto más campechana y le gustaba ciertamente la sonoridad que desprendía  la misma.
Cuando el inmenso frente se le antojó colocárseles de frente, su sonrisa desapareció debajo de la gran cantidad de ropas que traían para vencer el frío que los jaqueaba.
Se miraron durante largos segundos, en nombre de todo lo que sabían como cierto; tomaron aire prestado del oxígeno popular y tras terminar una cuenta imaginaria que no llegó a tres, se hicieron a las puertas y más allá también.
El lugar no dejaba de ser como lo solía ser en su cada día. Le traía nostalgia el saber cuántas veces había traspasado esa misma puerta por causas diferentes, emparentadas con la misma temática y su hoy, en el tiempo y el llamado de la historia, lo traían otra vez pero con razones fundantes completamente distintas.
Se miraron y al ver los pocos que estaban en el lugar, esperando el milagro de los brujos de la modernidad, sintieron que el tiempo real más allá del tiempo de los relatos los obligaba a perder los miedos y hacer lo que tenían y debían hacer por el bien de ese mundo soñado que se recomenzaba a construir.
Sacaron el revolver y a los gritos, mientras encañonaban a los presentes, soltaron como dagas las palabras que no dejaban la posibilidad a un alguien que inútilmente intentara perder la vida ante una acción intempestiva. Se hicieron del botín y se fueron más allá de las puertas, más acá de los sueños.
A las cuadras, muy cansados y con la bolsa repleta comenzaron a sonreír, mientas la sabandija que lo acompañaba en sudor, sangre y lucha jugueteaba con el revolver en su bolsillo.
Cuando la noche se les antojó paredes afuera de un lugar seguro, comenzaron a chequear el botín. La acción había sido un éxito, habían hecho acopio de los remedios necesarios para poder satisfacer las necesidades insatisfechas de esos que ya no tenían espacios para prevenir enfermedades.
Al terminar el relato de aquella noche se rascó la cabeza y abandonando la vista de esa pared que sin lugar a dudas tendría que ser revocada, sin más extensiones temporales para poder evitar lo inevitable, miró a la joven mujer. Mujer joven o ilusión temporal de esa  nena que nunca para sus ojos podría tener más de tres años como dictaba su no erróneo corazón.
Eran grandes tiempos le dijo y entonces soltó una carcajada, sólo aquella sabandija y él podían tomar y robar, en una operación comando, un hospital para hacerse de remedios al grito de “Viva Perón”. Eran tiempos de primavera, de júbilo, tiempos donde, tal vez, sólo hubiese bastado con pedirlos.
Se volvió a sonreír y mirando a la mujer que lo miraba como perdida en su mirada, comenzó a bromear. Caminó hasta ella, la abrazó con fuerza de eterno papá y remarcando las diferencias entre su historia y la acción antológica del operativo Rosaura llevado adelante por la agrupación Tacuara en el policlínico  bancario, se recordó por qué siempre seguirían tomando mate con bizcochos y nunca Champaña con caviar.
Los dos se echaron un vistazo, se recordaron en el pasado en miradas y a sabiendas de mentes distintas recordaron al general, y con un guiño de vida, aquello que más aún los une y los unirá en la revolución que da forma a la vida, y que muchos, sin omitir su bella sonoridad, llaman amor.

1 comentario:

  1. Emocionado y emocionante relato.
    Impecable la redacción con excelente trabajo de enlaces.

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